Microbiota y depresión

Publicado: 22/04/2022
Por Inmaculada Monje

La comunicación entre los microorganismos y el cerebro es bidireccional e implica no solo al sistema nervioso sino también al inmunitario y al endocrino

La microbiota, el conjunto de microorganismos que conviven con nosotros y forman parte de nuestro organismo, especialmente localizada en el tubo digestivo, tiene un papel relevante en nuestro metabolismo y nuestra salud. No solo a nivel de procesos relacionados con la alimentación o patología digestiva, sino que se ha constatado la influencia de estos microorganismos en procesos relacionados con el sistema nervioso, con su correcto funcionamiento y alteraciones en el comportamiento, tanto en animales como en el ser humano.

La relación entre microbiota y depresión o alteraciones mentales no es algo nuevo. Ya a finales de 1800 y principios de 1900, los pacientes con problemas de salud mental podían ser tratados con limpiezas de colon y cirugías intestinales, pues se pensaba que los residuos acumulados en el colon podían causar problemas que provocaban psicosis y depresión.

La relación entre la microbiota y el cerebro no es algo unidireccional, sino que se produce en ambos sentidos. Los microorganismos son capaces de sintetizar sustancias que pueden liberarse al torrente circulatorio y, tras atravesar la barrera hematoencefálica, alcanzar el cerebro e influir en su funcionamiento. Al mismo tiempo, el propio sistema nervioso también puede actuar sobre la microbiota del intestino, regulando las cantidades y el crecimiento de las poblaciones bacterianas.

La comunicación entre los microorganismos y el cerebro es bidireccional e implica no solo al sistema nervioso sino también al inmunitario y al endocrino.

Como ejemplos de las sustancias responsables de esta comunicación entre la microbiota intestinal y nuestro cerebro destacan los ácidos grasos de cadena corta o ácidos grasos volátiles (AGV). Estos son un subgrupo de ácidos grasos cuyas cadenas carbonadas tienen menos de seis carbonos. Uno de los más conocidos es el butirato.

Los ácidos grasos de cadena corta se producen cuando la fibra alimentaria soluble y el almidón resistente son fermentados por los microorganismos intestinales en el colon.

Otras sustancias que participan en la comunicación intestinocerebro son neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina o el GABA; hormonas como el cortisol, y sustancias reguladoras del sistema inmunitario como el ácido quinolínico o los interferones.

La serotonina parece ser un elemento fundamental en la depresión y, gran parte de la que se sintetiza en nuestro organismo, se concentra en el tracto digestivo donde interviene en la secreción, la motilidad del intestino y la percepción del dolor. Los microorganismos intestinales son capaces tanto de regular la biosíntesis de serotonina propia del huésped como de producir serotonina ellos mismos.

También se ha observado una relación entre la producción de GABA (el principal neurotransmisor inhibitorio del cerebro) y la depresión, detectándose un incremento de este en pacientes depresivos, lo que encajaría con ese aumento de la síntesis por parte del microbiota intestinal.

Así pues, un cambio en la abundancia, la variedad o tipología de las bacterias que constituyen el microbioma normal de un individuo podría favorecer la aparición de enfermedades como la depresión, y a la inversa, las alteraciones químicas asociadas al estado depresivo podrían provocar cambios en la composición de la microbiota pudiéndose agravar el cuadro depresivo.

Esta situación también la podemos interpretar como una oportunidad de tratamiento de dichas patologías a través de modificaciones en la composición de la flora bacteriana mediante el uso de los llamados psicobióticos, que no serían más que bacterias que, ingeridas en dosis adecuadas, pueden proporcionar beneficios sobre nuestra salud mental.

Coprococcus y Dialister (cuya cantidad se encuentra disminuida en pacientes depresivos) podrían ser algunos de los microorganismos empleados como psicobióticos. Son capaces de beneficiar a los pacientes aquejados de depresión, si bien esta podría no ser la única enfermedad nerviosa que se beneficiara de este tipo de tratamiento: la ansiedad y el síndrome del espectro autista son otras patologías que podrían tener alternativas de tratamiento en este nuevo campo de estudio.


Inmaculada Monje
Bióloga y Nutricionista
Responsable del Área de Ciencias Biológicas

Microbiota y depresión

Publicado: 22/04/2022
Por Inmaculada Monje

La comunicación entre los microorganismos y el cerebro es bidireccional e implica no solo al sistema nervioso sino también al inmunitario y al endocrino

La microbiota, el conjunto de microorganismos que conviven con nosotros y forman parte de nuestro organismo, especialmente localizada en el tubo digestivo, tiene un papel relevante en nuestro metabolismo y nuestra salud. No solo a nivel de procesos relacionados con la alimentación o patología digestiva, sino que se ha constatado la influencia de estos microorganismos en procesos relacionados con el sistema nervioso, con su correcto funcionamiento y alteraciones en el comportamiento, tanto en animales como en el ser humano.

La relación entre microbiota y depresión o alteraciones mentales no es algo nuevo. Ya a finales de 1800 y principios de 1900, los pacientes con problemas de salud mental podían ser tratados con limpiezas de colon y cirugías intestinales, pues se pensaba que los residuos acumulados en el colon podían causar problemas que provocaban psicosis y depresión.

La relación entre la microbiota y el cerebro no es algo unidireccional, sino que se produce en ambos sentidos. Los microorganismos son capaces de sintetizar sustancias que pueden liberarse al torrente circulatorio y, tras atravesar la barrera hematoencefálica, alcanzar el cerebro e influir en su funcionamiento. Al mismo tiempo, el propio sistema nervioso también puede actuar sobre la microbiota del intestino, regulando las cantidades y el crecimiento de las poblaciones bacterianas.

La comunicación entre los microorganismos y el cerebro es bidireccional e implica no solo al sistema nervioso sino también al inmunitario y al endocrino.

Como ejemplos de las sustancias responsables de esta comunicación entre la microbiota intestinal y nuestro cerebro destacan los ácidos grasos de cadena corta o ácidos grasos volátiles (AGV). Estos son un subgrupo de ácidos grasos cuyas cadenas carbonadas tienen menos de seis carbonos. Uno de los más conocidos es el butirato.

Los ácidos grasos de cadena corta se producen cuando la fibra alimentaria soluble y el almidón resistente son fermentados por los microorganismos intestinales en el colon.

Otras sustancias que participan en la comunicación intestinocerebro son neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina o el GABA; hormonas como el cortisol, y sustancias reguladoras del sistema inmunitario como el ácido quinolínico o los interferones.

La serotonina parece ser un elemento fundamental en la depresión y, gran parte de la que se sintetiza en nuestro organismo, se concentra en el tracto digestivo donde interviene en la secreción, la motilidad del intestino y la percepción del dolor. Los microorganismos intestinales son capaces tanto de regular la biosíntesis de serotonina propia del huésped como de producir serotonina ellos mismos.

También se ha observado una relación entre la producción de GABA (el principal neurotransmisor inhibitorio del cerebro) y la depresión, detectándose un incremento de este en pacientes depresivos, lo que encajaría con ese aumento de la síntesis por parte del microbiota intestinal.

Así pues, un cambio en la abundancia, la variedad o tipología de las bacterias que constituyen el microbioma normal de un individuo podría favorecer la aparición de enfermedades como la depresión, y a la inversa, las alteraciones químicas asociadas al estado depresivo podrían provocar cambios en la composición de la microbiota pudiéndose agravar el cuadro depresivo.

Esta situación también la podemos interpretar como una oportunidad de tratamiento de dichas patologías a través de modificaciones en la composición de la flora bacteriana mediante el uso de los llamados psicobióticos, que no serían más que bacterias que, ingeridas en dosis adecuadas, pueden proporcionar beneficios sobre nuestra salud mental.

Coprococcus y Dialister (cuya cantidad se encuentra disminuida en pacientes depresivos) podrían ser algunos de los microorganismos empleados como psicobióticos. Son capaces de beneficiar a los pacientes aquejados de depresión, si bien esta podría no ser la única enfermedad nerviosa que se beneficiara de este tipo de tratamiento: la ansiedad y el síndrome del espectro autista son otras patologías que podrían tener alternativas de tratamiento en este nuevo campo de estudio.


Inmaculada Monje
Bióloga y Nutricionista
Responsable del Área de Ciencias Biológicas